Taxonomía del workahólico


En opinión de algunos, el trabajo engrandece; otros, como Federico Engels, creen que es a lo que debemos el surgimiento y evolución de nuestra sociedad. Hay para quienes el trabajo día a día es un completo suplicio, para otros es mera rutina, y para ciertos afortunados y afortunadas es una pasión cotidiana. Cada quién hablará de su trabajo como le vaya en la feria, pero en lo que todos estamos de acuerdo es que al final trabajamos para vivir y cumplirnos ciertos pequeños lujos como comer, vestir, tener un techo o entretenernos.

Sin embargo también existen personas que viven para trabajar, y visten lo apropiado para su puesto y malcomen cuando pueden y van al baño cuando su trabajo se los permite. ¿Relaciones?, pues sólo que sean por Facebook. ¿Pasatiempos?, sería buena idea, si la fatiga con la que llegan al sábado les permitiera otra cosa que dormir y reponerse del trajín de la semana.  ¿Quiénes son estos personajes tan adictos al trabajo?, son los ergómanos (del griego ergon = trabajo), también llamados workahólicos. He aquí los tres tipos más frecuentes:

El ergómano ambicioso / La ergómana ambiciosa: Contrario a la creencia popular, no hay nada malo en ser ambicioso. Ciertas personas siguen proyectos profesionales dirigidos a acumular grandes cantidades de bienes, prestigio o cualquier otra ganancia material o simbólica; se han fijado una meta concreta y no descansarán hasta alcanzarla. El riesgo a la larga es que no sepan cuando detenerse e irracionalmente  busquen cada vez más y más, llegando a trabajar en un exceso tal que descuiden su vida personal y su salud.


De pañales, biberones... y gays

Para muchos, los niños son una bendición en la vida; pero para otros y otras, son una franca pesadilla. Hay quienes se sienten en la obligación de tener hijos para sentir que han tenido una vida "completa", y hay para quienes ser madre o padre no es, de plano, una opción que les interese. ¿Tú ya lo has considerado?

En la decisión de tener o no un hijo, entran en juego innumerables factores como el del género, la orientación sexual, el estilo de vida o los estereotipos sociales. A muchas mujeres de treinta o más años, probablemente les sea familiar la presión del reloj biológico que les urge a ser mamás, si es que no lo han sido ya. Es algo entre fisiológico y cultural. Los hombres no tenemos una urgencia biológica por ser padres, pero hay quienes necesitan serlo para sentirse plenos. En paralelo, nuestra sociedad espera que si eres heterosexual, la paternidad o maternidad formen parte importante de tu proyecto de vida; pero si eres lesbiana, gay o trans, por ejemplo, se asume que tus intereses existenciales van por otro lado.