Desatanizando la Infidelidad

Cuando sostienes una relación romántica con alguien, de vez en cuando surgen los conflictos y las desavenencias, los malentendidos, las conjeturas y otros extraños fenómenos que pueden llevar a la pareja a su final en uno de los momentos más inesperados de la relación. Aceptémoslo, hoy en día es mucho más sencillo mandar al pepino una relación consolidada de lo que era cuando nuestros abuelos flirteaban entre ellos en los alrededores del viejo kiosco de alguna concurrida alameda. ¿Qué ha cambiado?, han cambiado una serie de factores que en la actualidad vemos como obvios e irrelevantes, pero que en conjunto marcan una diferencia sustanciosa: ya no hay un estigma tan dominante contra la persona que se divorcia, ya no tememos “tanto” ser padres o madres solteras, ya no es “tan” mal visto estar soltero o soltera después de los treinta, y etcétera.

Hoy en día es más sencillo terminar y empezar nuevas relaciones, y por eso las relaciones han generado nuevas estrategias para mantener su estabilidad, a veces aun a costa de los integrantes de la pareja en cuestión; estrategias como la negociación y los acuerdos, como el vivir separados, tener mascotas que alivianen el estrés dentro de la pareja y, por qué no, también como la infidelidad.

Durante siglos hemos considerado la infidelidad como el verdugo de las relaciones de pareja, señal inequívoca de que el amor ha terminado y en su lugar queda solamente la traición y el abandono. Incuestionablemente, pudo haber sido así en algún momento, pero como dije, hoy en día el escenario es distinto.


Fantasmas de tus decisiones pasadas

La forma en que tomamos decisiones depende en parte de nuestra personalidad, así como del estado de ánimo que tenemos y el grado de presión que sentimos en el momento de hacer nuestra elección. Simultáneamente, el contexto en el que debemos decidir impacta mucho la claridad con la que elegimos la mejor alternativa, por ejemplo ¿sabías que cuando hemos dormido mal somos mucho más influenciables y eso afecta negativamente nuestra toma de decisiones?, igualmente nuestra autoconfianza. Por eso, si un día te levantas sintiéndote un flan mal cuajado porque no dormiste bien, o de plano ese día no te gustas ni tantito, evita tomar decisiones importantes.

Por definición, una decisión es la elección  significativa entre dos o más alternativas. Para muchas personas, la dificultad de tomar una decisión concreta, estriba en que al elegir la alternativa A, debemos renunciar a la alternativa B; pero ¿qué pasa si la B era la mejor?, ¿qué pasa si me equivoco? En  toda decisión hay de primera instancia la pérdida de todo aquello que no elijo, las alternativas a las que renuncio al hacer mi elección son elementos que probablemente jamás formarán parte de mi vida, y si bien tampoco en el pasado formaron parte, eso no impide que al no elegirlas ya empecemos a extrañarlas. Frecuentemente luego de tomar una decisión, imaginamos con pesar cómo hubiera sido nuestra vida de habernos quedado con la alternativa B, que nunca se vio tan atractiva como ahora que la hemos descartado.